Mi idea de mamá oscila entre la madre que tuve (bien descrita por una amiga como "la madre por excelencia: la madre tierra") y la madre que soy yo ahora, es decir, los polos totalmente opuestos.
Entre la madre por excelencia y yo hay tanto trecho que asusta. Mi comentario durante el embarazo siempre fue: "es la cosa más linda que me ha pasado y la volvería a vivir cien veces más, pero no volvería a quedar embarazada de un segundo hijo". Y todo mundo me decía: "ya verá que cuando tenga a su hija en brazos se le olvidará todo lo que pasó y va a querer el otro". A toda esa gente le digo: Tengo dos años de tener a mi hija en brazos y no estoy pensando en quedar embarazada otra vez.
Definitivamente, no soy madre por naturaleza. Sin embargo, no quito de mi mente la idea de adoptar un niño, porque sí quiero tener más hijos, pero no estoy dispuesta a pasar lo que una mujer pasa durante el embarazo: las náuseas, los malestares, las emociones encontradas y todas esos momentos de preocupación que se viven.
Ciertamente, y eso no lo puedo negar, vivir la experiencia de procrear una hija es maravillosa. Desde el momento de la relación sexual que la concibe hasta el momento de sentir la primera patada dentro de una. Es espectacular, sentirla moverse y verla en los ultras. Los fabulosos "baby shower" donde te regalan tantas cosas inútiles y otras muy útiles, pero que te ahorran mucho gasto al principio. En fin, lo único que creí me haría feliz de ese período de mujer embarazada sería parir a mi hija y resulta que me hicieron cesárea por cuestiones de seguridad, o sea que quedé incapacitada, adolorida, inmóvil y, aunque por supuesto adoré a mi hija, no dejé de sentirme mal por no disfrutarla como hubiera querido, porque estaba amarrada a una cama sin poderla abrazar y frustrada sin poderle dar de "mamar". Solo de recordarlo lloro. Primera pauta para no sentirme como una mamá "normal".
Hace unos días mi hija se enfermó, nunca había pasado algo así. Yo venía de un viaje de trabajo en el que mantuve un nivel de estrés que aun no supero, cuando mi esposo me llamó para decirme la enfermdad de mi hija y juro que sentí que el mundo se me derrumbó. Vine a toparme con una nena de casi dos años que había vomitado más de diez veces, que no quería comer, que tenía infección en los oídos y una faringitis, que lloraba por todo. Sentí que me moría con ella. Quería meterla en una bolita de cristal que impidiera que nada ni nadie le hiciera daño nunca.
Me sentí entre la espada y la pared, porque me di cuenta que estoy en el peor dilema para una mujer como yo: ¿tengo el trabajo que adoro, donde crezco profesionalmente, pero debo dejar a mi familia sola muchas veces o tengo la familia feliz de cuento que muchos añoran, pero sacrifico mi trabajo?
Sigo creyendo, no sé si inocentemente, que se pueden ambas cosas. Pero ahora que me acosté orgullosa y feliz a las 10:00 p.m. con mucho sueño (para los que saben de mis insomnios esto es un real logro) y en medio del sueño más profundo, aquel que ni una bomba despierta, suena el llanto de mi hija diciendo "mami, pacha" y se me parte el alma. Me levanto en automático, preparo su biberón, se lo doy y ella empieza a tomar con mucha ansiedad -la pobre tiene casi una semana de no estar comiendo bien entre su enfermedad, por lo que creí justo que comiera ahora todo lo que quiera para que recupere el peso perdido-, y después de beberse su leche, empezó a hacer soniditos de bebé durmiendo. Yo ya no me pude dormir y estoy enojada porque mi esposo no se levanta corriendo a hacer eso él, cuando sabe que siempre que yo lo hago ya no me puedo dormir. Entonces, creo que es muy difìcil llevar una vida familiar y profesiona a la vez (a pesar que millones de mujeres en el mundo lo viven y en condiciones realmente malas). Pauta dos para saber que no tengo instinto maternal.
Son casi las 4:00 a.m y ya tengo dos horas despierta, porque cuando dije que me desperté en automático, no es tan real. Mi mente se pone alerta de inmeditao y empecé a pensar en las deudas, en el evento de la próxima semana, en que debo dejarla sola una semana otra vez (a mi hija), en los problemas mis amigos y amigas, en planes de viaje frustrados, en que no tengo dinero para llevar a Maya a consulta mañana y.... decidí levantarme y venir a escribir.
Hace casi un año que tengo este blog y me ha servido mucho, no como un diario, si no como eso que tanto amo hacer y es escribirle una carta a un amigo. Ahora, de nuevo, sin poder dormir, me doy cuenta que amo la mujer que soy, la familia que tengo, la hija que adoro, el trabajo perfecto para mi área profesional, una casa preciosa, tengo todo lo que muchos desean. Soy sencillamente feliz. Pero, jamás seré esa mujer que fue mi madre:
Una mujer decidida a poner su felicidad por debajo de los demás. Esa mujer que se durmió todos los días a las 2:00 a.m. dándole a un pedal de máquina para tener dinero para mantenernos. Esa mujer que tuvo 3 hijos propios y como 10 adoptados, quienes nunca fueron hijos legales, pero atendió, cuidó y dio de comer durante años. Esa mujer que se quitaba la comida de la boca para dársela no solo a sus hijos, si no a cualquier ser humano que necesitase comer. Alguien que cuidó de mis amigas que llegaban a la casa como si fueran sus propias hijas. Una madre que cuidaba a su yerno como si fuera otro hijo más. Una mamá que vivió un matrimonio infeliz por hacer feliz a una familia. Tercera pauta para saber que no tengo ni una pizca de mamá.
Pienso en ella y sé que jamás podré hacer tanto sacrificio como ella hizo por la familia. Soy una mujer más egoísta, que piensa que mientras yo sea feliz, podré hacer feliz a mi esposo y a mi hija. Creo que mi crecimiento profesional está a la par del personal y familiar. Que odio sobremanera no tener una persona que me ayude en casa para que haga el oficio, porque después de trabajar no quiero ni tengo deseos de lavar trastos, biberones, arreglar la maleta del día siguiente, cocinar, estar pendiente de las deudas, de si hay ropa planchada, de si la camisa de Julio tiene botón, si hay comida en la refri... No puedo, no tengo la capacidad mental, física, emocional. Cuarta pauta y decido seriamente que no soy una mamá.
Siento que me hija es un ser humano que la vida me ha dado la oportunidad de conocer para darle todo lo que pueda ahora que lo necesita, que debo educarla, formarla, darle amor, comprensión para que se desenvuelva como mujer fuerte y con temple. Pero no creo que sea "mía" con ese concepto de propiedad. Me enojo con ella cada vez que hace berrinche y no quiero que se haga caprichosa como yo. Entonces, leo y leo para hacer las cosas bien. Pero, cuando oigo a otras mamás y me veo a mí, me doy cuenta que no soy una mamá. Soy una mujer con una familia hermosa que tiene una vida profesional exitosa, grandes amigos y un mundo por conocer. Pero eso de ponerme en categoría de mamá, creo que no aplico.
A penas estoy aprendiendo a ser una buena hija, pero no tengo una mamá a quien hacérselo saber. Así que cuando Maya crezca y entienda todo esto, entonces quizás, solo quizás yo esté preparada para ser una mamá, cuando ella, como yo ahora, esté empezando a ser una hija.
Entre la madre por excelencia y yo hay tanto trecho que asusta. Mi comentario durante el embarazo siempre fue: "es la cosa más linda que me ha pasado y la volvería a vivir cien veces más, pero no volvería a quedar embarazada de un segundo hijo". Y todo mundo me decía: "ya verá que cuando tenga a su hija en brazos se le olvidará todo lo que pasó y va a querer el otro". A toda esa gente le digo: Tengo dos años de tener a mi hija en brazos y no estoy pensando en quedar embarazada otra vez.
Definitivamente, no soy madre por naturaleza. Sin embargo, no quito de mi mente la idea de adoptar un niño, porque sí quiero tener más hijos, pero no estoy dispuesta a pasar lo que una mujer pasa durante el embarazo: las náuseas, los malestares, las emociones encontradas y todas esos momentos de preocupación que se viven.
Ciertamente, y eso no lo puedo negar, vivir la experiencia de procrear una hija es maravillosa. Desde el momento de la relación sexual que la concibe hasta el momento de sentir la primera patada dentro de una. Es espectacular, sentirla moverse y verla en los ultras. Los fabulosos "baby shower" donde te regalan tantas cosas inútiles y otras muy útiles, pero que te ahorran mucho gasto al principio. En fin, lo único que creí me haría feliz de ese período de mujer embarazada sería parir a mi hija y resulta que me hicieron cesárea por cuestiones de seguridad, o sea que quedé incapacitada, adolorida, inmóvil y, aunque por supuesto adoré a mi hija, no dejé de sentirme mal por no disfrutarla como hubiera querido, porque estaba amarrada a una cama sin poderla abrazar y frustrada sin poderle dar de "mamar". Solo de recordarlo lloro. Primera pauta para no sentirme como una mamá "normal".
Hace unos días mi hija se enfermó, nunca había pasado algo así. Yo venía de un viaje de trabajo en el que mantuve un nivel de estrés que aun no supero, cuando mi esposo me llamó para decirme la enfermdad de mi hija y juro que sentí que el mundo se me derrumbó. Vine a toparme con una nena de casi dos años que había vomitado más de diez veces, que no quería comer, que tenía infección en los oídos y una faringitis, que lloraba por todo. Sentí que me moría con ella. Quería meterla en una bolita de cristal que impidiera que nada ni nadie le hiciera daño nunca.
Me sentí entre la espada y la pared, porque me di cuenta que estoy en el peor dilema para una mujer como yo: ¿tengo el trabajo que adoro, donde crezco profesionalmente, pero debo dejar a mi familia sola muchas veces o tengo la familia feliz de cuento que muchos añoran, pero sacrifico mi trabajo?
Sigo creyendo, no sé si inocentemente, que se pueden ambas cosas. Pero ahora que me acosté orgullosa y feliz a las 10:00 p.m. con mucho sueño (para los que saben de mis insomnios esto es un real logro) y en medio del sueño más profundo, aquel que ni una bomba despierta, suena el llanto de mi hija diciendo "mami, pacha" y se me parte el alma. Me levanto en automático, preparo su biberón, se lo doy y ella empieza a tomar con mucha ansiedad -la pobre tiene casi una semana de no estar comiendo bien entre su enfermedad, por lo que creí justo que comiera ahora todo lo que quiera para que recupere el peso perdido-, y después de beberse su leche, empezó a hacer soniditos de bebé durmiendo. Yo ya no me pude dormir y estoy enojada porque mi esposo no se levanta corriendo a hacer eso él, cuando sabe que siempre que yo lo hago ya no me puedo dormir. Entonces, creo que es muy difìcil llevar una vida familiar y profesiona a la vez (a pesar que millones de mujeres en el mundo lo viven y en condiciones realmente malas). Pauta dos para saber que no tengo instinto maternal.
Son casi las 4:00 a.m y ya tengo dos horas despierta, porque cuando dije que me desperté en automático, no es tan real. Mi mente se pone alerta de inmeditao y empecé a pensar en las deudas, en el evento de la próxima semana, en que debo dejarla sola una semana otra vez (a mi hija), en los problemas mis amigos y amigas, en planes de viaje frustrados, en que no tengo dinero para llevar a Maya a consulta mañana y.... decidí levantarme y venir a escribir.
Hace casi un año que tengo este blog y me ha servido mucho, no como un diario, si no como eso que tanto amo hacer y es escribirle una carta a un amigo. Ahora, de nuevo, sin poder dormir, me doy cuenta que amo la mujer que soy, la familia que tengo, la hija que adoro, el trabajo perfecto para mi área profesional, una casa preciosa, tengo todo lo que muchos desean. Soy sencillamente feliz. Pero, jamás seré esa mujer que fue mi madre:
Una mujer decidida a poner su felicidad por debajo de los demás. Esa mujer que se durmió todos los días a las 2:00 a.m. dándole a un pedal de máquina para tener dinero para mantenernos. Esa mujer que tuvo 3 hijos propios y como 10 adoptados, quienes nunca fueron hijos legales, pero atendió, cuidó y dio de comer durante años. Esa mujer que se quitaba la comida de la boca para dársela no solo a sus hijos, si no a cualquier ser humano que necesitase comer. Alguien que cuidó de mis amigas que llegaban a la casa como si fueran sus propias hijas. Una madre que cuidaba a su yerno como si fuera otro hijo más. Una mamá que vivió un matrimonio infeliz por hacer feliz a una familia. Tercera pauta para saber que no tengo ni una pizca de mamá.
Pienso en ella y sé que jamás podré hacer tanto sacrificio como ella hizo por la familia. Soy una mujer más egoísta, que piensa que mientras yo sea feliz, podré hacer feliz a mi esposo y a mi hija. Creo que mi crecimiento profesional está a la par del personal y familiar. Que odio sobremanera no tener una persona que me ayude en casa para que haga el oficio, porque después de trabajar no quiero ni tengo deseos de lavar trastos, biberones, arreglar la maleta del día siguiente, cocinar, estar pendiente de las deudas, de si hay ropa planchada, de si la camisa de Julio tiene botón, si hay comida en la refri... No puedo, no tengo la capacidad mental, física, emocional. Cuarta pauta y decido seriamente que no soy una mamá.
Siento que me hija es un ser humano que la vida me ha dado la oportunidad de conocer para darle todo lo que pueda ahora que lo necesita, que debo educarla, formarla, darle amor, comprensión para que se desenvuelva como mujer fuerte y con temple. Pero no creo que sea "mía" con ese concepto de propiedad. Me enojo con ella cada vez que hace berrinche y no quiero que se haga caprichosa como yo. Entonces, leo y leo para hacer las cosas bien. Pero, cuando oigo a otras mamás y me veo a mí, me doy cuenta que no soy una mamá. Soy una mujer con una familia hermosa que tiene una vida profesional exitosa, grandes amigos y un mundo por conocer. Pero eso de ponerme en categoría de mamá, creo que no aplico.
A penas estoy aprendiendo a ser una buena hija, pero no tengo una mamá a quien hacérselo saber. Así que cuando Maya crezca y entienda todo esto, entonces quizás, solo quizás yo esté preparada para ser una mamá, cuando ella, como yo ahora, esté empezando a ser una hija.
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